Los retos de implantar (bien) las energías renovables
Las energías renovables son una de las principales herramientas con las que contamos para reducir la quema de combustibles fósiles y, con ello, disminuir las emisiones de los gases causantes del cambio climático. Sin embargo, aunque no cabe duda del valor de estas tecnologías, su implantación presenta todavía algunos desafíos.
Por un lado, tanto la construcción de parques eólicos y solares como la fabricación de coches eléctricos requiere el empleo de minerales críticos –como el cobalto, el silicio y el litio–, llamados así porque no resulta fácil conseguirlos o su minería tiene graves consecuencias ambientales. No obstante, el impacto minero de la extracción de estos materiales es menor que el del carbón y se están desarrollando métodos para facilitar su obtención y reutilización.
En el caso de elementos como el platino y el iridio, necesarios para la fabricación de pilas de hidrógeno, se están buscando materiales alternativos. Además, se estudia el uso de agua de mar o de aguas residuales para reducir el consumo de agua dulce de esta tecnología.
Por otro lado, la instalación de estas infraestructuras tiene efectos significativos en el medio ambiente y la biodiversidad. Precisamente, la modificación y fragmentación del paisaje y la destrucción de hábitats son dos de los factores que favorecen la pérdida de especies.
La eólica marina, además, tiene un impacto directo en la fauna al generar ruidos, vibraciones y colisiones. Y precisamente las áreas de alto potencial energético (con mucho viento u oleaje) a menudo coinciden con zonas de alto valor ecológico. Así, los objetivos de implantación de aerogeneradores podrían chocar frontalmente con la meta marcada por el Marco Mundial de la Diversidad Biológica Kunming-Montreal: proteger el 30 % de los océanos para 2030.
La única manera de hacer compatibles las energías renovables y la conservación de la biodiversidad es con una minuciosa planificación del territorio que minimice los posibles daños y prevea la mitigación y restauración de los efectos negativos.
Por último, otro de los retos a enfrentar es tecnológico: estas instalaciones producen electricidad de manera intermitente (se detienen cuando no hay viento o sol) y presentan una peor respuesta ante incidencias en la red. De ahí que se necesite implantar nuevas tecnologías de soporte, aumentar las instalaciones de almacenamiento de energía, como el almacenamiento térmico a altas temperaturas, e incrementar la generación eléctrica para garantizar la estabilidad del sistema.
Descarbonizar la economía, es decir, reducir o evitar las emisiones de dióxido de carbono, principal responsable del cambio climático, no tiene por qué estar reñido con la seguridad energética ni la conservación de la biodiversidad. Con una planificación y evaluación adecuadas, y la aplicación de políticas que aseguren su cumplimiento, los proyectos de tecnologías renovables podrán superar los retos que plantean.
Fuente:
theconversation.com